El ballet es una disciplina integral que apoya el desarrollo de los niños

La danza le brinda beneficios físicos, emocionales, cognitivos y sociales a los niños, cuando se practica desde temprana edad.
El arte, sin duda, es un método de aprendizaje. A través de él, los niños expresan sus sentimientos, conocen el mundo que los rodea e interactúan con los demás.
Este es el caso de la danza, específicamente del ballet. Una disciplina que combina la expresión corporal, la coordinación y la creatividad, y que brinda múltiples beneficios.
Para Mónica Gallego, bailarina y gerente general de Petipa, escuela de danza, esta actividad se puede practicar desde los tres años y medio. A esta edad, los alumnos pueden disfrutar de una dinámica lúdica e informal, con lecciones de aprestamiento.
“Trabajamos con los niños algunos recursos como historias y cuentos que hacen parte de su entorno y de su cotidianidad para generar movimiento, motivarlos y, de alguna manera, lograr que se acerquen a la danza”, dice Mónica.
Según la sicóloga infantil Paula Bernal, las clases para los más pequeños, no deben ser tan estructuradas ni deben incluir un método disciplinario rígido, debido a que a esta edad es difícil, aun para muchos niños, seguir instrucciones completas. Lo ideal es que se promueva la imaginación e iniciativa y desarrollen su parte afectiva y motivacional”.
Múltiples aportesFísicos. Trabaja el movimiento, la motricidad gruesa y la toma de conciencia del cuerpo; las posturas y su movimiento en el espacio. Los niños ganan flexibilidad, coordinación y mejor estado físico. En cuanto a la parte rítmica, se desarrolla la percepción que tiene el oído para la música.
Incluso, es benéfico para personas que necesitan ayudas terapéuticas. Según Gallego, “el ballet ayuda a los pequeños con pie plano, autistas o aquellos que tienen parálisis corporales”.
También es ideal para niños con problemas de cadera, con comienzos de escoliosis o distrofia muscular, añade Ana Consuelo Gómez, bailarina y directora del Ballet Anna Pavlova.
Emocionales. A través del tiempo, los niños aprenden a expresar sus emociones; y, al manifestarse a través de su cuerpo, ganan confianza y autoestima.
Y es que la danza no es solo una ejecución física, también involucra sensaciones, sentimientos y motivaciones. Para ellos, es mágico el hecho de participar en una puesta en escena, usar diversos vestuarios y ser aplaudidos.
Sociales. Durante una práctica apropiada, pueden aprender a seguir instrucciones, a tomar turnos y a ser parte de un grupo.
Cognitivos. Al bailar y seguir instrucciones, necesitan mucha atención y concentración. Además, adquieren disciplina; cuando los niños tienen una actividad extracurricular, generalmente organizan mejor su tiempo.
El mitoEs común escuchar que las niñas que practican ballet pueden sufrir de desórdenes alimentarios. Mónica Gallego, bailarina y gerente general de Petipa, escuela de danza, dice que esto depende de la orientación de los padres, los maestros y la academia. “Lo más importante es enseñarles a mejorar sus hábitos de alimentación. No significa que, al bailar, los niños tengan que dejar de comer o privarse de esos placeres de la vida, como probar un helado o un chocolate. Simplemente, hay que mejorar rutinas y cuidarse como se hace en cualquier deporte, con mucha responsabilidad y buen manejo”, agrega.
Por Karen Johana Sánchez
Redactora ABC del Bebé